En estos últimos días, he
tenido un par de situaciones de esas en las que una quiere meter la cabeza debajo de la tierra.
No voy a entrar mucho en detalles hablando sobre las habilidades que puedo
llegar a tener para atraer una situación comprometida y meterme en líos yo
solita.
De lo que sí quiero hablaros
es de lo que pasa inmediatamente después, cuando uno piensa que “aparentemente”
ha hecho el ridículo y entonces se imagina lo peor. Expresiones tipos de este
momento son: tierra trágame, qué
vergüenza, siempre me pasa lo mismo, ahora verás que marrón, ya no hay nada que
hacer…y otras muchas más que podemos añadir…
Pues bien, es justo de este
punto del que quiero hablaros y como siempre, lo voy a hacer contando una historia que me
pasó en primera persona y que me ayudó ( y aún me ayuda a día de hoy) a
entender que los errores, las cagadas, y las situaciones comprometidas ocurren
siempre por alguna razón. Y que aunque uno no las busque pero las atraiga,
terminan siendo aciertos de alguna u otra manera.
La historia que quiero
contaros es una de las cosas más surrealistas que me han pasado nunca y me
ocurrió a las tres semana de estar en Londres. Como algunos ya sabéis, me fui
en noviembre de 2005 a probar suerte. Muy pronto entendí que la vida allí era
bastante cara y que el dinero que había traído de España para gastar hasta
Diciembre (fecha en la que debía decidir si seguir o no adelante con mi
aventura londinense) era bastante limitado. Por este motivo, no me quedó otra
opción que empezar a buscar trabajo.
En principio, buscaba un
trabajo fácil tipo camarera o de aupar, aunque la opción de enseñar español
también me rondaba por la cabeza. Tenía que ser algo así para poder
compaginarlo con mis clases gratuitas de inglés que había conseguido en St.
Giles College.
En fin, necesitaba buscar
“algo” que me ayudara a no tener que gastar más ahorros hasta Diciembre, y me puse manos a la obra.
Como me daba tanto coraje que
los cafés sólo tuvieran un dedito de café y el resto leche (eso era un café
late) y todavía no me había hecho con una cafetera en condiciones, siempre
andaba buscando sitios donde el café costara menos de una libra y me podían
asegurar que pondrían mitad y mitad y además en taza grande. El café y yo somos
muy amigos desde siempre…
Un día llegué a un especie de
centro cultural donde se daban también clases de flamenco y otras actividades.
El ambiente que allí se respiraba era muy acogedor. Entré, pregunté por el
precio del café y si, costaba menos de una libra y me entendieron a la
perfección cuando dije mitad y mitad. Cogí mi café y me senté en una de las
mesas que había por allí al lado de la recepción.
Justo cuando me había sentado
y después de quemarme la lengua con el café, miré al frente y vi un tablón de
anuncios. Era enorme, había anuncios de todo tipo y color. Algunos de ellos ni
siquiera entendía, pero hubo uno en concreto que me llamó mucho la atención.
Decía algo así: Fantástico trabajo a media jornada, se necesita chico o chica
para trabajar de 2 a 3 horas al día,
llama a Johnatan y QUE TENGAS UN BUEN DÍA.
El anuncio no decía nada más
del puesto de trabajo, pero era el único de los cientos del tablón que te
deseaba un buen día. Me resultó curioso así que arranqué el papel y volví a la
mesa a terminar mi café.
Siempre llevaba a mano un
diccionario. Me tenías que ver segundos antes de llamar al teléfono del anuncio, buscando cómo se
dice anuncio en inglés (adverstisment). Llevaba dos días con mi nuevo número
sim y creo que era mi tercera llamada y la primera a una persona inglesa.
Tras varios tonos, contentó
el tal Johnatan. Dije de forma muy breve, hello
i am Maria, i call for the advertisment. Al parecer debimos cruzarnos en la
puerta de aquel lugar porque acaba de poner en anuncio y estaba todavía por la
zona. Estaba muy sorprendido. Cinco minutos más tarde, lo tenía en frente de mi
hablando sobre el puesto de trabajo.
Vaya escena comprometida. Era
una persona agradable y hablaba mucho. No se si alguna vez os habéis encontrado
en una situación en la que la otra persona no para de hablar y no encuentras el
momento para decir , por favor para porque no me estoy enterando de nada. Me
eché a sudar, y al ratillo, después de que ya hubiera explicado en qué
consistía el trabajo y yo no haberme enterado de nada le dije: Please, can you talk slowly?
Justo ahí se dio cuenta de
mis limitaciones en el habla. Sin embargo, decía que para el trabajo el idioma
no era importante. Sacó un libro de autoayuda e intentaba explicarme las
actividades que haríamos juntos. Me resultaba todo super confuso pero había
algo en él que me gustaba. Para el
trabajo, debía ir a su casa. Yo seguía sin entender de qué iba la historia y
fue un momento bastante raro. Después de un rato de charla me dijo que podíamos
empezar a trabajar esa misma tarde.
Me indicó cómo llegar a su
casa desde allí. Estaba muy cerca. Yo seguía sin entender gran parte de la
historia, pero seguí mi instinto porque algo me decía que podía confiar en este
señor. No me equivoqué porque al poco tiempo, nos hicimos muy amigos y me ayudó
mucho más de lo que yo hubiese imaginado.
Nos despedimos con un hasta luego.
Ya una vez sola, pensaba en
qué podría traerme aquel trabajo del que no entendía casi nada, sólo sabía que
seguiríamos las actividades de aquel libro de autoayuda. Parecía sencillo, pero
me costaba entender qué podía aportarle.
A las seis de la tarde ese
mismo día, estaba en su casa. Cuando llegué me encontré dos sillas enfrentadas
y me invitó a sentarme. Aquí llega la parte más surrealista de todas. La
primera actividad que íbamos a hacer en las siguientes dos semanas consistía en
sentarme delante de él, mirarlo, no decir nada e intentar no pensar en nada. Se
llamaba sesion eyes y debía hacerse
por una hora.
Johnatan era un comercial que
trabajaba para una multinacional y su jefe le había dejado el libro de
autoayuda para que aumentara su rendimiento en el trabajo y su concentración.
Otras actividades que teníamos que hacer era que uno de los dos durante media
hora, tenía que intentar hacer reír al otro sin que el otro se riera. Era súper divertido.
Más adelante él se prepararía
sus presentaciones delante mía y yo tenía que darle mi opinión. La hora me la
pagaba a 7.5 libras.
Pues sí, muy raro, lo se. Pero
sorprendentemente me ayudó una barbaridad a mejorar mi inglés además de
conseguir mi primer amigo inglés. Johnatan ha sido sin duda una persona clave
en mi aventura londinense. Congeniamos muy bien y me ayudo a preparar las
entrevistas de trabajo a las que yo me enfrentaría más adelante.
No sé si encontraréis la
relación del título de este post con esta historia. En mi opinión, si que la
hay. Las situaciones más ridículas, errores o meteduras de patas siempre
terminan convirtiéndose en acierto de alguna o otra manera. Sólo hay que
cambiar el enfoque en el momento en que uno piensa tierra trágame.
Cuando hacemos algo de lo que
nos avergonzamos, siempre está la opción de preguntarse ¿cómo convierto esto en
un acierto? ¿cuál es la parte positiva? ¿qué es eso que no veo ahora pero está ahí?
Cuando uno se encuentra
delante de situaciones tipo, tierra trágame lo mejor es siempre aceptar que lo
hecho, hecho está y adelantarse a pensar sobre los aciertos o posibilidades que
esa situación puede traer.
El mensaje de hoy, es
sencillo; de los errores se aprende, y las cagadas te llevan siempre a una segunda fase en la que todo queda mucho
más claro y transparente y aparece la luz.
Como siempre, un placer escucharte y leerte. Me parece muy importante lo que dices en este texto. Sigue así guapa.
ResponderEliminarBesos
Juan Teleco ;)
Muchas gracias Juano! Qué me gusta saber de ti y que me digas cosas buenas ;)
ResponderEliminarUn beso fuerte!