miércoles, 3 de julio de 2013

Errores y apuros que terminan siendo aciertos

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En estos últimos días, he tenido un par de situaciones de esas en las que una  quiere meter la cabeza debajo de la tierra. No voy a entrar mucho en detalles hablando sobre las habilidades que puedo llegar a tener para atraer una situación comprometida y meterme en líos yo solita. 

De lo que sí quiero hablaros es de lo que pasa inmediatamente después, cuando uno piensa que “aparentemente” ha hecho el ridículo y entonces se imagina lo peor. Expresiones tipos de este momento son: tierra trágame,  qué vergüenza, siempre me pasa lo mismo, ahora verás que marrón, ya no hay nada que hacer…y otras muchas más que podemos añadir…

Pues bien, es justo de este punto del que quiero hablaros y como siempre,  lo voy a hacer contando una historia que me pasó en primera persona y que me ayudó ( y aún me ayuda a día de hoy) a entender que los errores, las cagadas, y las situaciones comprometidas ocurren siempre por alguna razón. Y que aunque uno no las busque pero las atraiga, terminan siendo aciertos de alguna u otra manera.

La historia que quiero contaros es una de las cosas más surrealistas que me han pasado nunca y me ocurrió a las tres semana de estar en Londres. Como algunos ya sabéis, me fui en noviembre de 2005 a probar suerte. Muy pronto entendí que la vida allí era bastante cara y que el dinero que había traído de España para gastar hasta Diciembre (fecha en la que debía decidir si seguir o no adelante con mi aventura londinense) era bastante limitado. Por este motivo, no me quedó otra opción que empezar a buscar trabajo.

En principio, buscaba un trabajo fácil tipo camarera o de aupar, aunque la opción de enseñar español también me rondaba por la cabeza. Tenía que ser algo así para poder compaginarlo con mis clases gratuitas de inglés que había conseguido en St. Giles College.

En fin, necesitaba buscar “algo” que me ayudara a no tener que gastar más ahorros hasta Diciembre,  y me puse manos a la obra.

Como me daba tanto coraje que los cafés sólo tuvieran un dedito de café y el resto leche (eso era un café late) y todavía no me había hecho con una cafetera en condiciones, siempre andaba buscando sitios donde el café costara menos de una libra y me podían asegurar que pondrían mitad y mitad y además en taza grande. El café y yo somos muy amigos desde siempre…

Un día llegué a un especie de centro cultural donde se daban también clases de flamenco y otras actividades. El ambiente que allí se respiraba era muy acogedor. Entré, pregunté por el precio del café y si, costaba menos de una libra y me entendieron a la perfección cuando dije mitad y mitad. Cogí mi café y me senté en una de las mesas que había por allí al lado de la recepción.

Justo cuando me había sentado y después de quemarme la lengua con el café, miré al frente y vi un tablón de anuncios. Era enorme, había anuncios de todo tipo y color. Algunos de ellos ni siquiera entendía, pero hubo uno en concreto que me llamó mucho la atención. Decía algo así: Fantástico trabajo a media jornada, se necesita chico o chica para trabajar de 2 a 3 horas al día,  llama a Johnatan y QUE TENGAS UN BUEN DÍA.

El anuncio no decía nada más del puesto de trabajo, pero era el único de los cientos del tablón que te deseaba un buen día. Me resultó curioso así que arranqué el papel y volví a la mesa a terminar mi café.

Siempre llevaba a mano un diccionario. Me tenías que ver segundos antes de llamar  al teléfono del anuncio, buscando cómo se dice anuncio en inglés (adverstisment). Llevaba dos días con mi nuevo número sim y creo que era mi tercera llamada y la primera a una persona inglesa.

Tras varios tonos, contentó el tal Johnatan. Dije de forma muy breve, hello i am Maria, i call for the advertisment. Al parecer debimos cruzarnos en la puerta de aquel lugar porque acaba de poner en anuncio y estaba todavía por la zona. Estaba muy sorprendido. Cinco minutos más tarde, lo tenía en frente de mi hablando sobre el puesto de trabajo.

Vaya escena comprometida. Era una persona agradable y hablaba mucho. No se si alguna vez os habéis encontrado en una situación en la que la otra persona no para de hablar y no encuentras el momento para decir , por favor para porque no me estoy enterando de nada. Me eché a sudar, y al ratillo, después de que ya hubiera explicado en qué consistía el trabajo y yo no haberme enterado de nada le dije: Please, can you talk slowly?

Justo ahí se dio cuenta de mis limitaciones en el habla. Sin embargo, decía que para el trabajo el idioma no era importante. Sacó un libro de autoayuda e intentaba explicarme las actividades que haríamos juntos. Me resultaba todo super confuso pero había algo en él que me gustaba.  Para el trabajo, debía ir a su casa. Yo seguía sin entender de qué iba la historia y fue un momento bastante raro. Después de un rato de charla me dijo que podíamos empezar a trabajar esa misma tarde.

Me indicó cómo llegar a su casa desde allí. Estaba muy cerca. Yo seguía sin entender gran parte de la historia, pero seguí mi instinto porque algo me decía que podía confiar en este señor. No me equivoqué porque al poco tiempo, nos hicimos muy amigos y me ayudó mucho más de lo que yo hubiese imaginado.  Nos despedimos con un hasta luego.

Ya una vez sola, pensaba en qué podría traerme aquel trabajo del que no entendía casi nada, sólo sabía que seguiríamos las actividades de aquel libro de autoayuda. Parecía sencillo, pero me costaba entender qué podía aportarle.

A las seis de la tarde ese mismo día, estaba en su casa. Cuando llegué me encontré dos sillas enfrentadas y me invitó a sentarme. Aquí llega la parte más surrealista de todas. La primera actividad que íbamos a hacer en las siguientes dos semanas consistía en sentarme delante de él, mirarlo, no decir nada e intentar no pensar en nada. Se llamaba sesion eyes y debía hacerse por una hora.

Johnatan era un comercial que trabajaba para una multinacional y su jefe le había dejado el libro de autoayuda para que aumentara su rendimiento en el trabajo y su concentración. Otras actividades que teníamos que hacer era que uno de los dos durante media hora, tenía que intentar hacer reír al otro sin que el otro  se riera. Era súper divertido.

Más adelante él se prepararía sus presentaciones delante mía y yo tenía que darle mi opinión. La hora me la pagaba a 7.5 libras.

Pues sí, muy raro, lo se. Pero sorprendentemente me ayudó una barbaridad a mejorar mi inglés además de conseguir mi primer amigo inglés. Johnatan ha sido sin duda una persona clave en mi aventura londinense. Congeniamos muy bien y me ayudo a preparar las entrevistas de trabajo a las que yo me enfrentaría más adelante.

No sé si encontraréis la relación del título de este post con esta historia. En mi opinión, si que la hay. Las situaciones más ridículas, errores o meteduras de patas siempre terminan convirtiéndose en acierto de alguna o otra manera. Sólo hay que cambiar el enfoque en el momento en que uno piensa tierra trágame.

Cuando hacemos algo de lo que nos avergonzamos, siempre está la opción de preguntarse ¿cómo convierto esto en un acierto? ¿cuál es la parte positiva? ¿qué es eso que no veo ahora pero está ahí?

Cuando uno se encuentra delante de situaciones tipo, tierra trágame lo mejor es siempre aceptar que lo hecho, hecho está y adelantarse a pensar sobre los aciertos o posibilidades que esa situación puede traer.

El mensaje de hoy, es sencillo; de los errores se aprende, y las cagadas te llevan siempre a una segunda fase en la que todo queda mucho más claro y transparente y aparece la luz.




2 comentarios:

  1. Como siempre, un placer escucharte y leerte. Me parece muy importante lo que dices en este texto. Sigue así guapa.
    Besos

    Juan Teleco ;)

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  2. Muchas gracias Juano! Qué me gusta saber de ti y que me digas cosas buenas ;)
    Un beso fuerte!

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