Y qué a gusto se viviría esperando sin esperar…
Dejando de lado las expectativas falsas. Con opción de mute
para esos pensamientos artificiales llenos de pólvora y que queman fuego a
destiempo. O quizá, con credencial para conducir un camión parecido al de la
basura, y que pasara a recoger al final del día todas las falsas esperanzas
pero te devolviera a la mañana siguiente sólo las ilusiones que son verdaderas.Qué lujo sería. Día a día.
Porque no esperando cesa el desespero. Y es así como y cuando
el tiempo te da la mano, y hasta el brazo si se lo pides y sin rechistar. Aliados
y con un programa que incluye fuerzas sólo
para el hoy. El mañana va a llegar de todas formas y lo suyo es conseguir a posta que los botones de avance rápido
y rebobinado dejen de funcionar. Da igual lo fuerte que presiones el mando. Ni
el tiempo te usa a ti, ni tú a él tampoco.
Y es que sin esperar que haya tormenta o que llegue la calma
que le sigue, el camino se convierte en un
paso seguido de otro paso. Con movimientos simples, pero rebosados de respeto por un corazón motor que tiene por `tictaqueo´ un ruido transparente que huele a vida y
que se quiere a sí mismo tal y como siente.
Esperar cuando no se espera. Todo un estilo de vida que no
muchos saben poner en marcha. Yo la primera. Pero que se aprende. Golpeando en
la misma pared tantas veces como sea necesario hasta que con o sin herramientas,
se abre un pasadizo que es sólo para ti y que te permite escapar de una cárcel que no es la tuya. Cadena
perpetua pero con camino feliz, que no con final feliz.
Es así. Lo inesperado siempre nos cambia la vida pero también cambia los
sueños. Porque que nadie piense que en todo este camino de esperar sin esperar,
no hay lugar para soñar. Porque sí lo hay. Siempre hay alguna barra de bar en la
que apoyar los sueños, o bebértelos o quizá compartirlos con alguien que igual que tú está
echando su propio pulso a la batalla de esperar sin esperar.
Y que en toda espera, ni esperes ni desesperes.
Feliz día
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