Aprender el fino arte de no estorbar ni de rogar. Dejar de llamar a puertas que no abren para
empezar a ser consciente de lo poco que se recibía a cambio. Saber guardarse para un después
que igual es nunca porque así debía de
ser.
Dar en la justa medida sin usar más balanzas que las que dictan tus valores,
en ese día tal que saltan ecos de los ángeles que te guardan. Una destreza bastante compleja de adquirir, especialmente
si se está coja de medio corazón y además, falta la valentía para dejarlo ver entre una multitud
de supuestos corazones enteros. Competencia
solo de almas habilidosas y diestras del saber valorar a un cuerpo solo, sano y presente.
Currículos magna cum laude.
Y volver a aprender el fino arte de no estorbar ni de rogar. Seguir
subiendo peldaños uno a uno y entender al fin que no hace falta creer en
magias ni usar la imaginación para plasmar en un dibujo a quien te quiere. Porque
quien realmente lo hace, sujeta la paleta contigo y elige los colores a tu lado, ya sean grises, blancos o verdes.
Feliz día.
Feliz día.
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