Llevo ya un tiempo con algo en mi cabeza, y digo cabeza, porque parece
estar demasiado establecido que cuando reflexionamos, es el esférico situado
sobre los hombros el único responsable, el lugar donde yacen y están, o eso
creemos, nuestro mejor y peor yo; y por si le pareciera poco, es allí también
donde yacen y están el mejor y peor tú; y por tanto - y no es una osadía decir -,
que a partir de un yo bueno y malo, y un tú bueno y malo, yazca un campo
de batalla.
Hemos aceptado que a través de estos esféricos, razonamos, comparamos,
dudamos; en definitiva, elegimos el campo donde jugar, entendemos una relación
como éxito o fracaso, nos sentimos realizados, o nos identificamos con
una ideología, entre otras muchas cosas. Todo queda bien definido y ordenado
gracias a los esféricos que ansiosos o relajados buscan no salirse por la banda
para poder seguir jugando. Encontramos pues evidencia de que somos, y
pertenecemos.
Y es de esto de lo que quiero hablaros en este post; de cómo nos la juegan
nuestros esféricos cuando nos relacionamos, cómo proyectan en busca de evidencias
y cómo crean campos de batallas.
De entrada, no parece muy descabellado decir que nos hemos acostumbrado a
crear imágenes, las tenemos por todos lados. Nuestro esférico las procesa,
las reflexiona, mira atrás, las ordena, las esconde, las comparte, siente
orgullo o afrenta, y entre otras muchas cosas,
las acepta.
Lo que me resulta realmente fascinante y me tiene ocupada últimamente es en
observar lo fácil y automático que le resulta a nuestro esférico identificar
las diferencias o similitudes que tienen las personas con las que nos
relacionamos - y también de nosotros mismos - con las imágenes que bien
ordenaditas yacen y conviven en nuestro esférico. Esto parece ser
entendido y aceptado como un proceso muy trivial, cotidiano y familiar.
Sin embargo, en muchas ocasiones, la diferencia o similitud identificada en
sí no es lo importante; lo que parece tener más peso, es el hecho de justificar
a nuestro esférico que esas diferencias y similitudes existen. De esta manera,
es como la imagen pro o contra que el esférico tenía creada se confirma, es lo
que la hace real, y la evidencia1.
Esto evidentemente repercute en nuestras relaciones, pero ser capaz de
ver cómo ocurre, implica estar extremadamente atento a observar la torpeza de
nuestro esférico cuando proyecta y busca la evidencia para confirmarse, así se
salva y no cae en imagen rota, que no conoce, que no identifica, que no le
gusta.
Cuando nos damos cuenta de la mecánica de nuestros esféricos al proyectar y
al buscar evidencias, inmediatamente aparecen infinitas combinaciones que
pueden darse cuando dos esféricos se cruzan en un camino, cada uno con un
pasado y sus correspondientes diapositivas de imágenes y lo que es más
importante, qué tipo de evidencia necesitan proyectar y cómo confirmarlas
a toda costa.
… y este amigos, es nuestro campo de batalla…
Lo curioso es que no nos cuesta nada aceptar que el esférico en sí mismo
sea de naturaleza reactiva tanto como lo sea de naturaleza pacífica. Lo
que no parece ser tan bienvenido es la batalla que yace en el mismísimo
esférico cuando torpemente intenta evidenciar ser de una naturaleza u otra.
Ser capaz de observar y mirar a este movimiento torpe del esférico, es la prueba de que nuestro campo de juego es más amplio de lo que este poderoso
artefacto redondo situado sobre nuestros hombros es capaz de evidenciar. En
definitiva, no somos lo que evidencian nuestros esféricos.
Esto podría extrapolarse también en relaciones, y por tanto, nadie es ni puede ser evidencia de nadie. Lo que si es un hecho es que el conjunto de tres formado por esférico, imágenes y evidencias tiene mucho que ver con nuestros campos de batalla.
Cuando nos relacionamos lo hacemos con imágenes y es muy posible que sea el
esfuerzo por evidenciar dichas imágenes, lo que nos motive. Los que entienden
de relaciones seguramente podrían enumerar un sinfín de motivos2 que
son, por definición, las causas de nuestros movimientos. Este movimiento en
concreto al que yo me refiero aquí ahora, es el que yace con el propósito de
proyectar una evidencia1 y reforzar la imagen correspondiente.
Esto a un primer nivel superficial del esférico, podría ser entendido como
querer llevar la razón o sencillamente aplicar la lógica. De entrada, parece sencillo observar este movimiento
sin que ello nos suponga mucho problema. Sin embargo, a un nivel más profundo,
el cual requiere de una extrema atención, observar el movimiento con
claridad desde dónde yace hasta que termina, se convierte en una tarea
durísima para nuestro esférico; que acostumbrado a sus lindes, precisa abrirse
campo por la banda, por la línea de fondo y por la escuadra.
En realidad, si en un despiste de su torpeza habitual pudiera el esférico
quitar todas las lindes, desaparecería con él de forma inmediata el campo de
batalla. No habría motivo alguno que le impulsaran a proyectar un gol, o
cometer un fuera de juego. Ni siquiera habría desde donde poner el esférico en
juego. En este sentido, habríamos ganado la batalla al campo y al esférico.
Pero esto amigos no es tan sencillo, no es nuestra naturaleza, somos conflicto, somos campos de batalla.
Pero esto amigos no es tan sencillo, no es nuestra naturaleza, somos conflicto, somos campos de batalla.
Y es responsabilidad de cada uno poner distancia con su esférico y su torpeza.
Ser responsables pasa primero de todo por observar cómo proyectamos diapositivas
para buscar evidencias de nuestras imágenes. Y lo que viene después, observar cómo
los demás proyectan las suyas por el mismo motivo.
A veces, esta proyección es consciente y otras inconsciente; Ocurre también,
que yazcan desde una imagen en negativo. Algo similar a la manera en que funciona un
proyector. Desde el proyector la imagen yace en negativo, y al dejar pasar la
luz del cañón, se proyecta la imagen
opuesta, y se evidencia a lo grande en el fondo de la sala. Para mi, que esta parece fuera
la mecánica por excelencia en relaciones.
Es común encontrar estos motivos2 en personas que se valoran
poco o que se sienten inferiores. En estos casos, la evidencia se vuelve
invidencia3. La gran
pantalla del fondo ya se encarga de
hacerlo. Por eso, el que no se valora da mucho buscando que las evidencias vengan
de su pareja, se siente incapaz de evidenciarlo
por sí mismo, necesita proyectarlo. La torpeza de su esférico y las diapositivas de imágenes, le impiden
hacerlo.
Si que es cierto además, que en el mundo de los esféricos todo vale, pero siempre y cuando seamos capaces y estemos
dispuestos a observar su torpeza. Porque cuando dos esféricos se cruzan, se dan
paso a muchos campos de batalla, esto para mi es
un hecho. La cuestionable es si podemos
dejar de encontrar motivos, recapacitar y actuar en consecuencia sabiendo las limitaciones de la mecánica de nuestros esféricos.
Para mí esta sería la forma que adquiriría la verdadera humildad, y es esta
virtud y no otra la que nos daría paso a otro tipo de batalla, a otro campo donde las relaciones son más sanas
y libres.
1. Se hace visible desde el interior hacia
afuera
2. Causa de movimiento
3. Cualidad del que no ve.
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