No sé si alguien alguna vez se ha parado a observar el paralelismo entre las
estrellas y los humanos. Es bien sabido que nacemos, crecemos, nos reproducimos y también morimos en un haz de luz. Lo que viene después no es nada seguro, pero a mi me tranquiliza pensar que de algún modo, volvemos a ser vistos nuevamente a través
de un destello que se irradia desde la mirada de ese alguien que nos recuerda cuando ya no estamos presentes. Esa persona que alguna vez nos ha mirado y ha sentido nuestra luz de verdad. Ya sea pasado o antepasados de pasados.
Estoy convencida de que casi todo el mundo puede imaginarse a esa persona de
luz radiante, que nos ha embobado alguna vez de pies a cabeza, y con quien queremos pasar todo el tiempo del
mundo. Un alma gemela, un hermano o hermana, un mejor amigo o amiga, o
tal vez, un total desconocido.
Desde siempre pensé que en las telenovelas de luz todo es
posible, al igual que ocurre en el mundo de los humanos y las estrellas. Porque todo conecta con todo. El áurea que nos envuelve, no sólo depende de uno
mismo, sino también de la luz de los ojos de quien nos mira. Gracias a nuestra luz aprendemos unos de
otros y es muy difícil cruzarse con una estrella y no aprender a ver algo a través
de la luz que emite, por muy insignificante que sea. Al final se trata de eso, de ir
mirando a través de nuestros halos de luz y de los halos de luz de los demás e
ir creciendo y superando etapas de, llamémoslas, oscuridades.
Esta interrelación es la responsable de que a veces nos sintamos súper
estrellas, y es entonces cuando el
universo se encarga de ponernos en el camino a otras súper estrellas para que
juntos se recuerde la belleza de la luz, que nos permite sentir y
ver de una forma libre y sincera, de verdad y hasta que la propia luz nos separe.
Si bien, también atravesamos rachas en las que nos apagamos, por el motivo
que sea, pero nos apagamos. Todos sabemos de la tenacidad de la luz y la
capacidad para propagarse, disiparse, reflejarse y absorberse a su antojo así vayan
dándose las circunstancias. Por ejemplo, ante una pérdida importante es muy normal
que ocurra que parte de nuestra luz y nuestra esencia también se pierda. Luego
vuelve, pero durante un tiempo nos abandona. He aquí otro paralelismo más entre las
estrellas y los humanos. Nuestras amigas las estrellas, también pueden regenerarse aun
cuando se apagan.
Y es justo aquí, en el momento del apagón que nos llegan las lágrimas y rompemos a llover en modo lluvia de Perseidas de Agosto. Debemos entonces buscar sitios tranquilos y retirados de otras luces para poder ver cómo soltamos lo que nos duele a través de preciosas estrellas fugaces. Todo un fenómeno del corazón y que sólo podrá ser visto por algunos afortunados, bien desde la alta montaña o desde alta mar. Esa es la esencia de las estrellas y de las personas. Saber mirarlas bien para que en su largo recorrido de vida, puedan sentirse muchas veces como súper estrellas y al morir, sean devueltas como destellos a esa mirada de a quién pertenece recordar para poder seguir ayudando a brillar a la humanidad.
Feliz lluvia de Perseidas
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