lunes, 24 de febrero de 2020

Carnaval, carnaval...Me quiero.




Colocarse la careta que se le antoje al día, la que menos te hace sufrir en este tiempo presente. Combinarse con un disfraz de patrones discordantes, cosidos a máquina por un carácter muy forjado de batallas ya lidiadas y que condicionan tu manera de lidiar las que aún están por avenidas.

Disfraz con vida propia e impropia, con amargas y dulces experiencias, pero con muchas enseñanzas por aprender. Abalorios que te ayudan y otros que molestan. Maquillaje al agua que escuece en los ojos y sala aún mas tus lágrimas de sal. Un disfraz con remiendos, apaños y volvemos a empezar.

Querer vivir o no tu carnaval, aceptando a ese disfraz que te enfunda. Hacerse su amigo cantándole coplillas al oido a un ritmo aprendido que intercambia tres mentiras, por cuatro verdades. Avanzar con el pasacalles repitiendo un estribillo con la pausa que se sienta, y por letrilla un pasodoble que con amor e ironía, tal vez, consiga que sea el disfraz quién admire tu desnuda valía.


Echarse una mano al bolsillo de la chaqueta para desenfundar con libertad esa falseta tan tuya de confetis y serpentinas. Sostener tu otra mano cerca del pecho y abrazarse, uno contra uno, al tipo que valientemente camina a la plazuela, donde le esperan chirigotas, comparsas, coros y cuartetos que aceptan sus andares inseguros y dan la bienvenida a su disfraz, a su careta y a su carnaval.

Feliz día.

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