domingo, 8 de diciembre de 2019

Ande, ande, ande...








Sonreír en el bulevar o en la esquina de cualquier ciudad.  Dejar vibrar la música al estilo que se le antoje al día. Sentir el buen sentir de tu gentío y pedir a la tristeza que ponga a ese tiempo más feliz, detrás.

Encender un alumbrado navideño propio con bombillas de material especial, hechas a base de ganas de estar. Montar también un nacimiento viviente, en el lugar que cada uno elija, por ejemplo, al fondo y a la derecha del corazón.  Acercar a ese lugar las figuras del belén que traen luz propia porque brillan con su presencia, y alejar de ese mismo lugar a quienes te cargan con miedos y oscuridades al avanzar.

Convidar con tu vida, la que tienes. Más vacía o más llena pero vida al fin y al cabo y abrir las puertas de tu morada. Esa, la que sientas tuya para luego contar la versión que mas te guste de la historia que te ha llevado a estar allí.

Aprender a respirar en un hogar de siempre pero con aires de nunca. Tomar aliento entre sorbo y bocado para recitar villancicos versionados en otros tiempos. Estar preparados para escuchar a vocalistas de terceras generaciones que traen nuevas ilusiones guardadas en su zurrón y querrán abrir los presentes, especialmente de los que ya no están, pero que se sentirán como reyes y reinas magos para siempre.

Feliz dia. 

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